10/7/09

Más de cuarenta años de sonidos jamaicanos con el sello Trojan



"El reggae y la música jamaicana por aquel entonces no tenían cabida en los ambientes mayoritarios y sus seguidores eran básicamente los skinheads y mods británicos (o lo que quedaba de ellos) y también la comunidad jamaicana que había emigrado a Gran Bretaña"

Arkaitz KORTABITARTE GARCÍA (GARA)
El año pasado se cumplían 40 años del nacimiento oficial de Trojan Records, el sello que más discos ha publicado y reeditado en la historia de la música con raíz jamaicana. A diferencia de lo que mucha gente cree, Trojan no es un sello jamaicano, sino británico, y su nombre no responde a ningún rebuscado significado político o social, sino a algo mucho más simple y mundano, la marca de una camioneta. Cuarenta y un años después, Trojan sigue, por fortuna, vivo.

El productor jamaicano Duke Reid pasó gran parte de su carrera musical llevando su sound-system (una especie de discoteca móvil inventada en Jamaica) con discos de R&B americano por todos los rincones de la isla caribeña. Para transportar el pesado equipo de la época, usaba una camioneta Trojan y, con el carácter cómico de los jamaicanos, era inevitable que el boca a boca lo bautizara como The Trojan King of Sounds. Esta broma, dio como resultado que Duke Reid acabara adoptando este nombre para su sound-system y publicando discos de 78rpm en Jamaica bajo un sello que bautizó de igual forma, Trojan. El sello, en esta primera etapa, pasó sin pena ni gloria por el mercado de la isla.

Años más tarde, Duke Reid acabaría ganando un notable prestigio como productor de ska y reggae, por lo que, finalmente, Island Records se lanzó a publicar sus producciones en Gran Bretaña en un sello que nuevamente bautizarían como Trojan. Esta primera andadura británica del sello también fue un rotundo fracaso y tuvo unos pocos meses de vida.
En 1968, Lee Goptha, un empresario asociado con Island Records, decidió resucitar el sello que había fracasado un año antes, dando un pequeño giro al contenido musical y publicando también material de muchos otros productores jamaicanos cuyos discos llevaban algunos años llegando a Gran Bretaña a través de inmigrantes jamaicanos. De esta manera los mejores productores jamaicanos entrarían con fuerza en el mercado del británico y, además, para cada uno de ellos se crearían diversos sellos subsidiarios que publicarían sus singles. De esta manera se resucitó Trojan Records, que no dejaría de ser un hermano pequeño de Island, y que, a su vez, acabó dividiéndose en más de treinta pequeños sellos como Upsetter (para las producciones de Lee Perry), Amalgamated (para las de Joe Gibbs), Downtown (Dandy Livingstone), Jackpot (Bunny Lee), Clandysc (Clancy Eccles), High Note (Sonia Pottinger), Duke (para el propio Duke Reid), etc.

El éxito
La idea tuvo una aceptación notable y pronto comenzarían a publicarse discos de larga duración en los mismos sellos subsidiarios. Otro de los grandes aciertos de Goptha fue el crear varias líneas de LP´s recopilatorios que recogieran los singles de mayor éxito del sello y que se vendieran a precios muy bajos. De esta manera, vieron la luz las míticas series «Tighten Up», y álbumes como «Queen of the World», «No More Heartaches», «What Am I to Do» o «Independent Jamaica», que se vendieron muy bien.

Estaba claro que, si un sello contaba con material de artistas del nivel de músicos como Desmond Dekker, Maytals, Ethiopians, Pioneers, Upsetters, Dynamites o Freddie Notes, tenían que llegar los grandes éxitos. Y, lógicamente, llegaron. El primer sencillo en entrar en los tops de las listas de venta fue la versión a ritmo de endiablado reggae del «Red Red Wine» de Neil Diamond por parte de Tony Tribe. A éste le seguirían temas tan recordados como el «Return of Django» de los Upsetters (que conseguiría una nada despreciable número 5 en las listas británicas), el «Long Shot Kick The Bucket» de Pioneers, el número 1 con «Israelites» y el 7 con «It Miek» de Desmond Dekker, los maravillosos himnos para la posteridad de los Maytals, el número 1 con el «Double Barrell» de Dave & Ansel Collins o todo el material de Jimmy Cliff.

El reggae y la música jamaicana por aquel entonces no tenían cabida en los ambientes mayoritarios y sus seguidores eran básicamente los skinheads y mods británicos (o lo que quedaba de ellos) y también la comunidad jamaicana que había emigrado a Gran Bretaña. Por eso que algunos de los sencillos de Trojan llegaran a entrar en las listas de ventas y pudieran competir con gigantes como los Rolling Stones o los Beatles, es realmente digno de mención. Entre 1968 y 1970, se vivió sin duda la época dorada del reggae en cuanto a calidad y creación de éxitos orientados a las pistas de baile. Los característicos bajos predominantes que acaparaban toda la atención en las canciones, las melodías locas e imposibles de los teclados y las guitarras rasgadas con un contratiempo constante, convirtieron a Trojan en la mejor referencia para todos aquellos jóvenes que buscaban los sonidos jamaicanos para divertirse. Además, el sello siempre dejaba sitio en sus discos de larga duración para rescatar temas clásicos de las épocas del ska y el rocksteady.

El declive
En 1972, el reggae ya no era tan popular en las pistas de baile, por lo que Island rompió el acuerdo que le vinculaba a Trojan. No obstante, la entrada de dinero de los años anteriores permitiría a los productores crear sonidos más sofisticados y decorados que acabaron por enterrar muchos de los componentes originales que daban la fuerza al sonido jamaicano. También se intentó una aproximación al gran público introduciendo numerosos elementos caraterísticos del pop y de la música comercial, haciendo cada vez más ñoñas y blandas las producciones del sello. Por supuesto que estos cambios dieron a Trojan un buen número de nuevos éxitos entre el gran público, pero a la vez propiciaron que el sector más fiel de su público original dejara de comprar las referencias del sello. Curiosamente, en esta época de alejamiento, algunos nuevos fichajes, como el incomparable Judge Dread, se empeñaban en volver a las raíces y escribían letras que animaban al público a volver a los años de gloria del reggae. Finalmente, Trojan Records fue vendida a Saga Records en 1975, quien se encargaría de publicar el material nuevo (de discutible calidad) y reeditar los clásicos del sello sin un mínimo de coherencia.

Resurrección de la discográfica y a la espera de lo que haga Universal, su nuevo dueño, con el amplio catálogo
Tras la amarga etapa de Trojan dependiendo de la discográfica Saga Records, en 1985 Trojan Records acabó en las manos de Colin Newman, un empresario que no tenía mucha idea de reggae, pero, desde luego, sí que tuvo un notable grado de sensibilidad y acierto. Contrató a todo un plantel de expertos en los sonidos jamaicanos y les encargó la nada despreciable misión de lanzar al mercado una serie de jugosos recopilatorios basándose en el extenso catálogo del sello. De esta manera, comenzaron a publicarse diversas series, entre las que se encuentran los «Trojan Box Set», las famosas cajas de tres cedés.

En 2001, Trojan fue vendida a Sanctuary Records por más de 10 millones de libras. Sanctuary (que poseía un catálogo muy amplio de todo tipo de música) contaba también con los derechos de numeroso material de otras importantes discográficas centradas en la música jamaicana (algunas desaparecidas desde hacía mucho tiempo), con lo que dio un nuevo impulso a los recopilatorios de Trojan. Este hecho, convirtió a la colección de recopilatorios en una pieza fundamental para entender la evolución de los sonidos ska, rocksteady o reggae y en la única manera por la que las nuevas generaciones pueden disfrutar hoy en día de muchos discos antiguos tan difíciles de encontrar en algunos casos.

Cuando en 2007 Universal compró Sanctuary por 45 millones de libras, indirectamente Trojan acabó formando parte de su basto imperio. Ahora, queda por ver qué le deparará esta fusión al sello de los sonidos jamaicanos por excelencia, ya que sólo el tiempo dirá si formar parte de un grupo empresarial tan grande (el número uno por peso de catálogo) puede beneficiar o perjudicar a Trojan. Lo cierto es que las posibilidades al amparo de Universal son bárbaras y, si todo marcha como debiera y se le da la oportunidad que se merece, en los años venideros podríamos llegar a disfrutar más intensamente de este pequeño sello, tan difícil de silenciar.

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