¿Es posible mantener la fascinación por lo que nos rodea, la mirada limpia de la infancia, que dicen, la capacidad de asombrarse por lo cotidiano?
¿Profundizar al mismo tiempo en las herramientas –la lógica, el lenguaje– que nos permitan adentrarnos más y mejor en lo desconocido, convertir la vida en un juego infinito que se renueve a cada instante porque todos estén llenos de sentido?
Cuestiones de este tipo se nos plantean al asomarnos a la fascinante personalidad de José Antonio Julio Onésimo –Chicho– Sánchez Ferlosio.
Recordamos aquí al hacedor y tañedor de canciones cargadas de razón y sensibilidad, al artista insobornable que jamás se mostró sumiso al espectáculo. Muy pronto alejado de la cansina figura del ‘cantautor’, Chicho se interesó más por la interpretación que por la autoría.
Adaptó canciones ajenas y tradicionales que hizo propias a la vez que anónimas. Cultivó todos los palos, todos los ritmos y estilos. Por influencia de su familia materna se aficionó a cantar en italiano y durante sus tiempos de estudiante en Salamanca conoció los aires sudamericanos que junto a la música tradicional española forman el sustrato musical sobre el que construyó sus canciones.
Compuso decenas memorables y memorizables que nunca mostró interés en grabar, pero que interpretaron todo tipo de artistas. Quilapayún, Víctor Jara, Joan Baez, Soledad Bravo o Rolando Alarcón las difundieron por el mundo.
Y sobre todo las cantó y las canta la gente sin saber quién las escribió, hecho que representa la mayor gloria a la que puede aspirar un poeta. Chicho Sánchez Ferlosio nació el 8 de abril de 1940 en Madrid, y falleció en la misma ciudad el 1 de julio de 2003. En un texto que redactó para acompañar el estreno de Mientras el cuerpo aguante, tal vez porque en la película no se hacían muchas referencias a su propia vida, escribió:
“Sobre Chicho Sánchez: Nací en 1940. En el colegio nunca aprobé a la primera y repetí sexto curso. En 1960 me casé. En 1961 estuve preso por primera vez por una blasfemia que encima no fue verdad. En 1962 me enrolaron en un importante grupo de gente armada, cuyos jefes me obligaron a cruzar el estrecho, me llevaron al Sáhara y me impusieron sus métodos y objetivos durante más de un año, hasta que por fin me licencié como mis compañeros con mi cartilla militar.
En 1964 murió ahogado mi primer hijo: iba para cuatro años. En 1966 nació mi segundo hijo y murió mi padre, a causa sobre todo del tabaco; tengo el buen recuerdo de que se reconcilió con todos moviendo la cabeza cuando ya no podía hablar.
En 1968 nació mi única hija. Acabábamos de volver mi mujer y yo del mayo francés, donde pienso que hubo menos imaginación de lo que se dijo después. En 1970 fuimos los cuatro a la India en furgoneta, cinco meses viajando: aún no comprendo cómo salvamos la piel, con la inconsciencia que llevábamos. En 1973 nos separamos Ana (mi mujer) y yo, por causa mía en un 90 por 100 (ignorancia, egocentrismo, incomprensión).
En 1975 nació mi hijo Pablo, que sobre todo por errores y negligencias de al menos tres médicos quedó con parálisis cerebral: ahora lee, escribe y se desenvuelve bastante bien. En 1977 murió mi hija de resultas de una caída de caballo. He cultivado algo de matemáticas (teoría de números, topología), lingüística (fonética a través de las sílabas), canto y poesía; trabajado de corrector de imprenta, de estilo, traductor, redactor publicitario, conserje de hotel (nocturno), camarero; y he descubierto unos cuantos juegos matemático-visuales y magnéticos. He pertenecido al PCE, FLP y PCE (m-l): el mejor fue el segundo (que ya no existe) porque tenía en cuenta la naturaleza humana o, si lo prefieren, el estado de nervios que atravesamos, y no para utilizarlo pragmáticamente, sino para profundizar en él y modificarlo en lo necesario sin violentarlo”.
Con el paso del tiempo, disconforme con el autoritarismo burocrático de los partidos comunistas, Chicho fue acercándose al anarquismo, siempre a su manera heterodoxa.
Su colaboración en la película Buenaventura Durruti, anarquista, de Jean-Louis Comolli y Els Joglars, representa la culminación de este acercamiento. El magistral cancionero de Durruti (una lástima que no se llegase a grabar en condiciones), pero también la presencia imponente de Chicho, dotan de vida al documental.
Los amigos de Chicho acaban de publicar un libro, De Chicho Sánchez Ferlosio. Canciones, poemas y otros textos (Hiperión), que recoge la dispersa lírica ferlosiana. Con expectación se aguarda la inminente edición de material audiovisual inédito.
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