Gorka Andraka
Aún no conocemos la canción, la letra ni la música, pero da igual. Israel y su melodía envenenada ganarán el próximo 16 de mayo la gran final de Eurovisión 2009. Europa refrendará con esos millones de televotos su bochornoso papel de mensajera de la paz. Y aquí todos contentos. Aquí paz y después bombas. En Palestina, después, antes y durante.
En la guerra también combaten las palabras, las imágenes, los sones. Por primera vez en su historia, Israel enviará al Festival de la Canción de Eurovisión un dúo judeo-árabe: Noa, artista judía muy reconocida a nivel internacional, y Mira Awad, actriz y cantante árabe cristiana. Ambas son israelíes y han actuado juntas ya en varias ocasiones a favor de la paz y la concordia. Con el “plomo fundido” que a estas horas cae sobre Gaza, sus buenas intenciones suenan desafinadas, desatinadas. Arrullos de sirena para encantar la guerra.
Eurovisión, una manera, muy nuestra, de ver y entender el mundo. En 1968, el representante español en el festival iba a ser Joan Manuel Serrat pero pocos días antes del evento, tras anunciar que iba a interpretar parte de su canción en catalán, Televisión Española lo dejó en casa. Entonces llegó Massiel y arrasó con su “La, la, la”. Ganó España, ganó Franco, ganamos todos. Ojalá me equivoque. Ojalá Noa y Mira Awad se queden mudas en el escenario y escuchemos la guerra. O, mejor, ojalá canten juntas sí, pero una rebelde balada palestina. Ojalá me equivoque: en Eurovisión, en otro gran éxito de nuestra inútil diplomacia, vencerán Israel y su “Bla, bla, bla” pacifista. Y degradaremos, aún más, el hoy marginado pero indispensable género de la canción protesta.
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